Esta es la revelación que Dios le hizo saber a Juan apóstol por medio de Jesús resucitado, y él por medio de su ángel a su siervo Juan. (Apocalipsis 1,1)
Estaba Juan, preso en la isla de Patmos por predicar la palabra del Señor. (Apocalipsis 1,9)
El escritor del libro (1) en el cual explica esta revelación dice así:
El ángel que hablaba a Juan le dijo:
{Cualquiera de nosotros, sea aún el santo Juan el apóstol de Jesús, y protagonista del Apocalipsis estaría lleno de gozo, inclusive orgulloso por ser él, a quien un ángel del Señor le estaría por mostrar a Dios mismo, cómo es Él, su imagen. Pero es ésa una preferencia tan especial que ni siquiera su santo apóstol preferido tuvo el privilegio de acceder. Y el apóstol algo así como decepcionado dijo:}
“Me señaló, y no vi nada”. Entonces me dijo: “Dios no es humano, no tiene imagen, en toda la gloria de la Creación, Dios es el único ser que no tiene exterior ni más allá. Dios no conoce pasado ni futuro, pero conoce el pasado y el futuro.
El Padre eterno e infinito. Esta es su imagen,
Pero, ¿cómo podremos comprender lo que es la eternidad, si ni siquiera estamos preparados para intuir nuestras limitadas fronteras materiales e intelectuales?
¿Qué sabemos de nuestras capacidades físicas y mentales? Apenas una letra en el inmenso abecedario de nosotros mismos. ¿Cómo querer atrapar entonces la idea de la infinitud?
Dios es espíritu creador y voluntad absoluta. Y estas cualidades son autoexistentes y universales.
Dios habló con Moisés. - Aprovechó él y le pidió algo imposible. Quizás si le hubiese pedido que le lleve a las estrellas más lejanas, le habría concedido, pero Moisés le pidió que le deje ver su gloria (es decir su rostro) (Éxodo 33,18).
Y Dios le respondió: “Que le mostrará toda su bondad, su misericordia, pero mi rostro no podrás ver, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo”. Agregó Dios: “Pasaré a tu lado, y después podrás ver mis espaldas, pero mi rostro no podrá ser visto”. (Éxodo 33,18-23).
Para nosotros sería como cuando un rayo de tormenta estallara a nuestro lado, quedaríamos fulminados al instante. Por eso dijo “nadie podrá seguir viviendo”
Para mientras que estemos habitando en la frágil casa de nuestro cuerpo humano, Dios nos dio la forma de conocerle, Él se hizo hombre, uno como nosotros y habitó entre los hombres en Jesucristo hombre.
El Hijo eterno y original es el verbo. Y la Palabra (El Verbo) es igual al Padre, manifestada “personalmente” en su creación. Y ha sido escrito en verdad: “Aquel que ha visto al Hijo, ha visto al Padre” “El que me ve a mí ve al Padre” (S. Juan 14,9)
El Hijo único y eterno, es en todo semejante al Padre.
Cuando adoramos al Padre, aunque lo ignoremos adoramos igualmente al Hijo Eterno y al Espíritu Infinito.
Dios Hijo es tan real y divino en su naturaleza como el Dios Padre. Él posee también la infinita rectitud y justicia del Padre.
El Hijo posee todos los divinos atributos de Dios Padre y los revela a la creación. Dios Padre es Espíritu. Más aún: Él es el Espíritu universal. Y esa naturaleza espiritual se halla personalizada en la Deidad del hijo Eterno y Único que se hizo hombre como Jesús de Nazaret.
Pero nosotros queremos dirigirnos a Dios frente a frente. Y nos dice San Pablo, que nosotros somos templo vivo de Dios, y no precisamente para aprovechar esa situación y conseguir nuestros deseos desde los otros hermanos donde también habita Dios, sino para que cada uno se acerque al otro para asistirle en sus necesidades espirituales y físicas. Es más para dar que para pedir. Esa es la práctica del amor, por medio de esa experiencia Dios se hace sentir en cada uno de sus hijos, porque:
“Él es Amor”. “Es amando que se conoce a Dios”
La Palabra del Padre creador vino a nosotros
a través de la Persona de Jesús el Cristo
Escuche esta canción:
"Jesús ya se de tí"
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"Jesús ya se de tí"
Bibliografía: (1)
Este documento está confeccionado con fracciones de los pensamientos del escritor de un libro que dice ser: "Las revelaciones a San Juan apóstol".
(2) Se adjuntan citas bíblicas a la derecha de fracciones bíblicas para garantizar su antenticidad bíblica.
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