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jueves, 19 de enero de 2012

A TI MI DIOS, (Poema)






A ti mi Dios, con Amor


Quería escribir un poema de alabanza a Dios
pero no encontré palabras, entonces pensé,
y de acuerdo a mis sentimientos que coincidían
con las mismas palabras de la Biblia, formé ésta.

Asunción, 18 de setiembre de 2001.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   
I
TE GLORIFICAMOS
Oh! Señor, nuestro Dios, que glorioso es tu nombre por sobre toda  la tierra (Salmos 8,2)
No ceso de admirar el firmamento azul y las estrellas, el mundo y todo lo que hay en él, que Tú creaste (Salmos 89,11).
         Canto más contemplo tu gloria (Salmos 8,3), más admirado quedo, porque tan limitada es nuestra inteligencia, que no alcanzo a comprender,
 dónde estábamos nosotros,
 cuando Tú fundabas la tierra y los mundos, (Job 38,4)
No nos podemos explicar tus designios y entendimientos
y por eso reconocemos cuan profundas son tus riquezas
espirituales  (Romanos =11,33)
         Pero así como tan grande eres, es tu Amor, y en tu admirable sabiduría,
Haz realizado la obra más fantástica y divina, que ningún hombre
sobre la tierra puede explicarse: Te hiciste hombre, un hombre como nosotros,
y viniste al mundo en la Persona de tu Hijo, Jesucristo hombre,
para darte a conocer (San Juan 1,14- Hebreos 1,3).
         Porque nadie jamás ha visto ni podrá ver a Dios en toda
su magnitud, (1Juan 4,12- San  Juan 1,18)
porque, ¿quien podrá verte sin ser limpiado antes, de sus pecados,
por la gracia santificadora de tu Hijo Jesucristo? (Hebreos 1,3 - 1Juan 2,12; 2,5).
         El Señor lo dice: “que solamente lo podrá ver el que mantiene óptima conducta, que sea justo,
y en su corazón siempre esté la verdad; y frena su lengua (Salmos 15,1-2).
         Pero tu Amor ha rebasado en ti,  y deseaste que el mundo te viera
en un cuerpo como nosotros (San Juan 14,9; 12;45).
         Tú dices: “busca a Dios”, (1 Reyes 3,12)
pero el hombre en su insensatez, alza la vista
y dice: “allá en los cielos está Dios”.
         Y si pudiera volar y viajar por el espacio sideral, cruzaría estrellas tras estrellas y todas las galaxias y mundos creados.
Y, a ti,......... no te encontrarán,
porque en tu
infinito Amor, ya has decidido hacer en tus hijos, tu morada viviente,
tu templo santo  (1 Reyes 3,12).
         Dichoso aquel que te descubra en lo más íntimo de su ser; que reconozca tu paternidad, y a todos tus hijos sus hermanos, y con ello sepa confiadamente,
abandonarse en tus misericordiosas manos, ya nada le faltará, porque Tú llenas nuestro vacío;
En ese sublime momento, todas las angustias se disiparán, por tu
Divina gracia. (Salmos 54,9-32,7)
         Tu santo hombre, el Rey Salomón, a quien le colmaste
de sabiduría, (2 Crónicas 6,18)
gozoso por tu Amor, te quiso honrar de corazón por tu grandeza, construyéndote un gran y magnífico
templo, digno de un Magnífico Rey de los cielos.
         Quizás por su entusiasmo, no pudo advertir, que  la intención en lo que estaba haciendo no era de tu agrado.
         Satisfecho había terminado de construir el grandioso templo de sus
proyectos. (2 Crónicas 6,2)
         Pero como siempre estaba amparado por tu sabiduría,
la iluminación  de Tu Santo Espíritu,
le había despertado, para ver la luz
de tu Santa Verdad. (Isaías 46,5 - Hechos 17,29)

         Reconoció que el Dios Altísimo no puede habitar en un templo en la tierra como los hombres.
         Si ni siquiera el Cielo en toda su inmensidad te puede dar cabida, cuánto menos este templo construido en la tierra por manos
de hombres (2 Crónicas 6,18)

II
DICE   EL   SEÑOR:

¿Con quien creen que me pueden comparar?
¿Saben ustedes a quién me parezco yo? (Isaías 46,5)
Si con mi presencia yo lleno los cielos y la tierra (Jeremías 23,23-24)

         Y, Salomón, en su afán de agradar al Señor,
ofrendó aquella gran obra,
para que en ella se reúnan sus hijos, y desde ahí les escuche sus oraciones, súplicas  y perdone sus pecados. (2 Crónicas 6,19 y ss.)

         Desde entonces Salomón ya cambió sus conceptos acerca de Dios,
expresándose así: “Oye mi Dios a tu pueblo “desde tu morada
en los cielos”. (2 Crónicas 6,21-23)

III
EL TRONO DEL SEÑOR DIOS

         Si el cielo es el trono de Dios y la tierra donde apoya sus pies,
(Isaías 66,1)
¿qué tipo de casas podemos hacerle, en donde  pueda descansar?
         Dijo Él: ¿ No hice yo todo esto con mis manos? (Isaías 66,1-2)

         En una visión espiritual el profeta Isaías vio al Señor sentado sobre un trono “Alto y Sublime”;
y el borde de sus vestiduras llenaba el templo. (Isaías 6,1)

         Y San Juan apóstol, en su visión de la “revelación”: vio bajar al Reino de Dios,
al que él llamó “la nueva Jerusalén”.
         Una gran Ciudad, Ciudad de Dios, donde debe primar el templo de su Rey.
Pero muy sorprendido, dice Juan, “No vi en esa Ciudad templo alguno”,
pero no tardó en interpretar, que el mismo Dios y su Hijo el Cordero era en sí mismo Trono y Rey. (Apocalipsis 21,22)

         Siguió comentando sobre aquella visión: 
Que La Ciudad Santa, no tenía, porque no necesitaba,
 luces externas para iluminarla,  el resplandor de Dios y el Cordero
era luz permanente en toda la Ciudad, asimismo ya no existe allí el día ni la noche. (Apocalipsis 21,23; 22,5)

IV
LA GRANDEZA DEL SEÑOR

         Que grande es tu gloria Señor nuestro Dios,
        cada vez te admiro más,
y te alabo con toda mi alma, y canto tus maravillas (Salmos 9,2)
tras cada lectura de tu Santa Palabra, que hablan de tu gloria.
         Alzo la vista y veo el cielo que Tu mismo hiciste, y la luna y las estrellas  que pusiste en él. (Salmos 8,4-5)
         Cuántas maravillas, dignas de admiración, existen ante nuestros ojos, y digo:
 “que dichosos somos nosotros los hombres
que nos tienes en cuenta (Salmos 8,5)
y más aún, porque nos llamas tus hijos y dices que lo somos.
(1Juan 3,1; Romanos 8,14; Mateo 5,45)

         Y, entonces, Señor, Dios del Universo, mi Dios en quien confío,
mi refugio y mi fortaleza, (Salmos 91,1-2 - 32,7) 
¿cómo pueden hoy tus hijos imaginarte con alguna forma,
disminuirte de tu gloria,
como para decir “en esta casita le hemos puesto
a  Dios, vengan y adorémosle?”
         Si Tú mismo dijiste, y todos lo saben: “Mi templo santo son mis hijos,
y si me quieren amar, podrán hacerlo a través de los más pequeños de ellos.  (Jesús) (S. Mateo 25,40)
        
         Tú estás en el templo material, solo cuando tus hijos, en él nos reunimos
para orar y adorarte, y compartir entre hermanos tu comunión.
         Porque cómo podrás permanecer luego en ese templo material que el hombre construyó? ¿No dijiste?:
“Yo con mis manos hice todas estas cosas, qué clase de casas
me pueden hacer?  (Isaías 66,1-2)
         Pero yo se que el templo es necesario para allí reunirnos tus fieles
para elevar nuestras oraciones y acciones de gracias.

         Cómo me duele Señor mío y Dios mío, que te traten así, pero
perdona nuestra ignorancia porque todos
compartimos el mismo error aunque lo sepamos, porque deseamos mantenernos en comunidad los que en ti creemos y servirnos
el uno al otro.

                                                   Juan Carlos Bordón

                                                                                                                                               

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