al otro joven,
el asaltado. Quien responde: ¡No tengo celular! - ¡Dinero! ¡Entrégame lo que
tengas! Ahora le enseña una afilada daga para que no se resista.
El joven asaltado
responde ¡No traigo dinero, solo esto para mi pasaje para volver a mi casa!
Seguidamente: agacha la cabeza, encorvando el cuerpo hacia delante, sintió un fuerte
dolor punzante entre sus costillas.
El asaltante
lo había clavado igual, molesto porque no había conseguido nada.
Lo dejó
tirado en la vereda. Se retiró del lugar sin que nadie se percatase del hecho.
Una línea de
líquido rojo y espeso empezó a correr desde debajo de su cuerpo.
Al rato va
pasando por su lado un joven alto elegante. (Seminarista)
Dice: ¿Y este?
¡oh! Le asaltaron, pero no lo puedo tocar, estoy por llegar al Seminario,
Y no puedo
entrar con las manos sucias a mis estudios.
Luego pasa en un coche el sacerdote profesor
del Seminario. Ve al hombre en la vereda, reconoce lo que ha sucedido, y dice
oh, qué puedo hacer, estoy llegando al Seminario y no puedo ensuciar mi coche
con manchas de sangre. Esperemos que alguien lo recoja.
Al rato pasa
un hombre no afiliado a religión alguna, alza en su coche al joven tirado en la vereda,
lo lleva a un sanatorio privado. Encarga al Administrador que lo hagan curar,
le deja dinero para comprar sangre para transfusión por lo que ha perdido.
Le dice al
Administrador: Volveré para buscarlo y pagar los honorarios médicos.
UN MES
DESPUÉS:
Un hombre de
buena posición económica, Se acerca a un sacerdote sabio para conversar.
Sabe padre,
yo hice mucho bien en la sociedad hice construir escuelas, Centros de salud; de
rehabilitación, porque he pensado que si Dios me dio la oportunidad de ganar
dinero, debía también contribuir con quienes necesitan.
Te pregunto
padre, crees que debo estar en gracia de Dios, por eso o ¿qué más debo hacer
para ganar el Reino de Dios?
Mira, todo lo
que has hecho es muy bueno y lo que Dios quiere. Pero recordemos lo que dijo
Jesús a alguien que le preguntó lo mismo: “Ama a Dios, y a tu prójimo como a ti
mismo”.
Pero y quien
es mi prójimo pregunto también. Porque leí esa parábola de Jesús, y no
comprendí quien es el prójimo, en ese relato.
Hermano tu
prójimo es el más próximo a ti. Y ¿Quién te parece que está más próximo a ti?
Y Dios.
Entonces
como bien lo has comprendido que Dios es tu prójimo, ámale a Dios.
Y ¿Cómo hago
para amarle a Dios?
¿Recuerdas
aquel caso ocurrido hace un mes, del joven asaltado y que un hombre rico lo
alzó en su auto y lo llevó al sanatorio para hacerle curar?
Si lo
recuerdo.
Bueno, Dios
está en cada uno de nosotros, está también en aquel asaltado y herido.
El hombre
que lo alzó en su coche y lo llevó para hacerle curar, hizo eso porque amaba a
Dios en ese hombre abandonado a su suerte.
Y no hace
falta que recorras las calles buscando a una persona asaltada y herida para
hacer lo mismo, porque no vas a encontrar.
En nuestro
camino Dios siempre pone a alguien que nos necesita, allí está Dios pidiéndote
tu ayuda, no lo dejes abandonado, ayúdale según tus posibilidades. Dios siempre
sale a nuestro encuentro, no hace falta buscarlo.
¡Si! Ahora
ya entiendo, gracias padre.
La
incorporación del sacerdote católico en la escena, no es por criticar a ellos,
sino que es recordando lo que el mismo sacerdote, Benito Páez, Párroco de la
Parroquia recoleta, dijo en su homilía, para explicar esa parábola de Jesús, relacionándose
él mismo como ejemplo, encarnando al sacerdote que pasó de largo, después de
ver al hombre herido a la vera del camino.