“Y DIOS ENDURECIÓ
EL CORAZÓN DEL FARAÓN”
Cuando por primera vez leí en la Biblia, la historia del Faraón en Egipto, que le negaba a Moisés liberar a los israelitas esclavizados en ese país, desde entonces y por muchos años quedé con la incógnita, del significado de lo que Dios dijo a Moisés:
“Endureceré el corazón del faraón”.
Y lo endurecía más por cada vez que Moisés iba junto a él a pedir la liberación, de los israelitas.
Relata; que Dios le decía a Moisés: “porque voy a endurecer más aún el corazón del Faraón para que no deje salir a mi pueblo” (Éxodo 4,21); -Y, “para que persiga a mi pueblo” (Ex.14,4); - 7,3; 14,17).
Y cada vez que Moisés le pedía la liberación de su pueblo, dice: “el faraón endurecía su corazón, como le había dicho Dios”. (Éxodo 8,19 y otros).
Pero entonces ¿qué culpa puede tener el faraón, si interpretamos que era Dios mismo quien endurecía su corazón para que no deje salir a su pueblo?.
Con el transcurrir del tiempo poco a poco llegué a comprender aquella frase de Dios: “Endureceré su corazón”.
Tal vez haya pasado desapercibido para muchos estas palabras, o simplemente se lo ha dejado archivado en el rincón de las tantas historias bíblicas del pasado.
Quizás porque no habíamos prestado atención al mensaje, no percibimos que la misma historia se ha estado repitiendo desde entonces hasta el día de hoy en nosotros.
Los que practicamos una vida religiosa, tenemos el conocimiento de que Dios vive en cada uno de nosotros, y los que no practican, igualmente lo saben por referencias de sus familiares, amigos o vecinos.
El que Dios viva en cada uno y en todos significa que una partecita de Él, (o su Espíritu), está repartido en cada hijo, creación suya.
Con este conocimiento vivimos en nuestro mundo. Y los que por gracia de Dios vivimos bien y nada nos falta, andamos por la Iglesia, donde se forman: grupos de beneficencia; grupos de oración; de sanación; Legión de María, Pastoral social, algunos dan charlas espirituales, conferencias, catequesis, etc.
Así, todos estaríamos pensando que estamos agradando a Dios, y debe ser así, porque con estas diferentes actividades estamos ayudando a otros hermanos a crecer en el espíritu, a la vez que reciben también ayudas materiales a sus necesidades, de los hermanos de la Iglesia.
Pero Dios no está solamente en los lindos y en los buenos y en los que practican fervorosamente la religión, sino también en los feos; sucios y malos; pecadores; humildes; en los que no conocen la Iglesia.
Y ocurrirán muchas veces en nosotros los que estamos bien, los integrantes de esos grupos más arriba mencionados, que en la individualidad de nuestra vida se nos puede cruzar un niño humilde y sucio, que necesita cariño, o un anciano, quizás un alcohólico, un pecador, o quien necesita consuelo. o que piensa diferente a nosotros.
Y ¿cual es nuestra reacción ante esas personas, ¿Le repudiamos, o miramos con desprecio? ¿Nos apartamos de ellos?, quizás se me contagie su mal olor, podríamos decir, o por su pecado no me “junto” con él.
Si así actuamos, ¿Cómo podríamos transmitirle el Amor de Dios, que cada uno en su condición estará hambriento de Él?
Es así como Dios endurece nuestro corazón, al ponerse Él mismo en nuestro camino a través de las diferentes clases de personas antes mencionadas, para saber si le amamos pero no le reconocemos y le negamos.
Y cada vez que se nos acerca alguien que nos pide ayuda, y aunque no nos pida, pero con solo verlo necesitado de mí y sabemos que está a mi alcance ayudarle y le negamos es cuando Dios endurece mi corazón, y cada vez que le niego, más me endurece mi corazón”, Esa historia no fue escrita solo para Moisés, el faraón, los egipcios, sino para todas las épocas.
La letra de una canción de la Iglesia Católica dice: “Que muchas veces vamos apurados al templo para orar, y por el camino nos cruzamos con una persona con hambre o sed o enfermo, - agrega que su nombre es “el Señor” pero no le conocemos”.
Hay un dicho que reza así: “Si deseas encontrarte con Dios, no le busques lejos, Él saldrá a tu encuentro”. Esto, aparte de practicar cada uno su devoción religiosa, que es importante para aprender ahí como practicar nuestra fe.
Lo que le llevó a la santidad a la Madre Teresa de Calcuta no fue por asistir todos los días al culto religioso, a la Misa, o por leer y estudiar tanto la Biblia, (porque las otras religiosas de su misma orden estarían haciendo lo mismo), sino porque amaba a Dios. Y porque le amaba iba a su encuentro, le abrazaba “a Dios” le daba cariño, le sanaba las heridas físicas y espirituales, le buscaba hogar cuando le encontraba tirado, abandonado.
Este Dios a quien ayudaba, eran los niños que recogía para darles hogar, los enfermos de lepra a quienes asistía, y les buscaba refugio y alimentos, etc.
San Francisco de Asís era otro santo que amaba a Dios, como otros más que hubieron en el mundo. y otros tantos que llegaron a la santidad con diferentes características.
De la misma manera Dios te retribuye y aquí mismo, saliendo también a tu encuentro en la persona indicada, a través de quien te va a conceder tus necesidades, espirituales y o materiales, y el gozo es mayor cuando interpretas que es Dios mismo quien se acercó a ti, quizás para darte los medios para resolver algún problema, o tal vez una sola mirada alegre de una persona, la que a ti te hace feliz.
Todos sabemos lo dicho por Jesús en el Evangelio: “Tuve hambre y me diste de comer”.(hambre de su Palabra)
A veces es más fácil dar de comer al hambriento o proveerle de necesidades materiales. Por eso dice también: estuve enfermo y me visitaste”. /Aquí cabe: consolar, amparar, compasión, caridad espiritual - comprensión, el perdón, etc.
Muchas veces, no pocas, se nos presentan situaciones en la vida, en que nos cuesta un tanto difícil ser como Jesús quiere que seamos.
Y a medida que nos acercamos más a Cristo, aumenta la dificultad de parecernos a Él, pero deberemos tener en cuenta, que siempre, estaremos caminando tomado de su mano, para que cuando caigamos, nos levante enseguida y sigamos caminando, -hasta llegar a la meta. (S. Pablo)
Una vez el Padre Juan Antonio Lucas, un Sabio sacerdote, al final de su charla a los catequistas, nos dijo: “Jesús nos dejó un solo Mandamiento: “AMA”.