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miércoles, 26 de octubre de 2016

LA CONVERSIÓN ¿ESTAMOS CONVERTIDOS A DIOS?






 
¿QUE SIGNIFICA LA    CONVERSIÓN?
  
 ¿ESTAMOS  TODOS  CONVERTIDOS?



Generalmente, todos y cada uno de nosotros nacemos en una familia bautizada e instruida en una religión.
        Y los hijos, seguimos por herencia y educación de nuestros padres practicando la misma religión, y así sigue por generaciones, a excepción de algunos de la familia que cambia de religión, por curiosidad de experimentar otra o porque esa no satisface sus necesidades espirituales.
        Pero en fin cada uno tenemos y nos mantenemos en el bautismo de una religión. Religión, en la cual creemos que está presente Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo.
        Al ser mayores,  ya nos sentimos seguros de nosotros mismos porque nos abrigamos con el ropaje de las costumbres y normas que la misma religión  nos envuelve hasta tal punto de no poder ver que el Centro de nuestra religión y de nuestra vida es Dios mismo en Cristo Jesús resucitado. Cabeza de la Iglesia y guía de nuestras vidas.

         En muchos casos,  el amor por la religión y sus prácticas, nos desvía de la atención que debemos prestar hacia Dios mismo, y en consecuencia a Dios en el hermano que nos necesita. 
       
Quizás algunos nunca han escuchado este también mandamiento de Jesús: “Arrepiéntanse y conviértanse para que sus pecados les sean perdonados”
Se puede leer en muchos pasajes de la Biblia, cito algunos: Hechos 3,19 - Mateo 9,13 - Marcos 1,15 - Romanos: 6,11 6,19 y 6,22, etc. etc.
        No nos ponemos a pensar si necesitamos  ese arrepentimiento,  o si somos una persona convertida a Cristo Jesús. Porque nos contentamos con la práctica rutinaria de nuestra religión.

CONVERSION
        Entonces, ¿de qué y a qué tenemos que “convertirnos?
La Palabra de Dios es muy clara: “Arrepiéntanse de sus pecados, de las malas intenciones que brotan en el corazón, que luego se manifiestan en malas acciones, y Vuélvanse a Dios, para que así sus pecados les sean perdonados (Hech. 3,19-26,20// En el A. Testamento se amplía esta invitación con una promesa: y “busquen a Dios, y les devolverá la prosperidad al país” (2Crónicas 7,17).
        Obviamente está indicando que el país va mal cuando c/u de sus habitantes no viven de acuerdo a la voluntad de Dios.

ANALIZANDO:
¿COMO ES NUESTRO MUNDO?
        ¿No nos damos cuenta acaso cómo es el mundo en que vivimos?;
        Un mundo donde “reina” el desamor manifestádo en violencias, corrupción, envidia, odio, rencor, venganzas que lleva a las angustias, sufrimientos y muertes.
        No se sorprendan de palabras tan duras, pero son hechos de la vida real, que observamos todos los días en los noticieros televisivos.

¿QUÉ ES LA MALDAD?

La maldad no es precisamente un adjetivo propio de una persona. Lo que llamamos mal, significa la ausencia de Dios y su amor en esa persona. Si le deja vivir a Dios y su Amor en su vida, solamente va a “amar”.    

Convertirse, implica un cambio radical (de raíz), del modo de vivir;  Es abandonar aquellos sentimientos personales y egoístas. Y todo esto puede ocurrir en cada uno, si deja vivir a Dios y el Amor en él.
        Al tener ese Amor nos va a inducir por propio deseo a deshacernos de aquellos sentimientos llamados malos que son los que salen del corazón y nos impulsan a realizar una conducta de acuerdo a nuestro propio juicio, muchas veces en perjuicio del prójimo, físicamente o moralmente, y
“volverse a Dios, a través de Cristo Jesús.(Lea Efesios 4,23-24 y Colos. 3,5).

ESTO ES CONVERTIRSE
            Volverse a Cristo significa, sentir, pensar y actuar como Cristo lo haría, ante cualquier circunstancia o situación que se nos presenta en la vida. Y esto sucederá si El Amor de Dios vive en nosotros, ese amor que Dios vino a mostrarnos a través de Cristo Jesús.
“Tengan ustedes la misma forma de pensar que tuvo Cristo Jesús”
(Filip.2,5)
           
            Si estamos convencidos de estar convertidos a El, no debemos esperar que los demás sean buenos con nosotros para ser buenos con ellos.

            La conversión, es personal primeramente, y se debe demostrar por nuestros actos, que somos de Cristo Jesús-Dios (Hechos 26,20) conversión que convence por  amar a quienes no nos aman.
            “Así se verá brillar la luz de Cristo en nosotros” (Mateo 5,16)
           
            La conversión es la voluntad del hombre y el poder de Dios que efectúa el cambio en nosotros.
Ese cambio equivale a pasar de un estado de vida a otro.

LA APARENTE CONVERSIÓN
El resultado de la conversión no consiste simplemente
qué lugar ocupa en su Iglesia Local, sino qué lugar ocupa Cristo en su corazón para así militar en la Iglesia con  amor, humildad, sencillés.
            Pablo nos orienta: “hagan morir todo lo terrenal que hay en ustedes”, (es decir los malos deseos del mundo)    (Colos. 3,5)

            Pero hay tantas cosas que ocupan nuestro corazón y nuestra mente que no queremos pero debemos abandonar, para  pertenecer a Cristo.
Cada uno de nosotros hasta el último de los pequeños, somos responsables de nuestra conversión a Cristo.  Y que solo “alaben a Dios nuestro Padre, al ver brillar la luz de Cristo por las obras de amor que debemos hacer”. (Mateo 5,16), aunque seamos humildes o tengamos altos cargos en la sociedad, debemos tener el mismo sentir de Cristo Jesús.
            Para así crecer espiritualmente con Cristo en comunidad militando en la Iglesia de nuestra religión.
            Si no logramos tener,  mantener y vivir este pensamiento evangélico para poder actuar de la misma manera de acuerdo a lo bueno que pensamos. Entonces:
NO ESTAMOS CONVERTIDOS A CRISTO.
Recién estamos caminando en pos de la “conversión”